miércoles, 19 de septiembre de 2012

Los espíritus también lloran (parte 1)


Hoy cumplo ya dos años. Y no precisamente de vida. Llevo dos años con una enfermedad mortal: leucemia. No me quieren informar de los estudios que me hacen. Dicen que es por mi bien, que así no me preocupo por nada. Pero aunque no me lo digan, si yo sé lo que me pasa, me seguiré preocupando, ¿no? No me ayuda en nada. Al contrario. Si no me lo dicen puedo pensar lo peor. Recuerdo cuando me la diagnosticaron. Fue un duro golpe para mí. Mis padres aún siguen buscando una cura, pero han tenido que irse fuera de Inglaterra. Les echo de menos...
Estoy sentada en la cama mirando por mi ventana. Está nevando. Suspiro fuertemente y toso. Me lamento por ello. A mis diecisiete años y tan débil... La puerta de mi habitación se abre y veo a Nathaniel entrar con una bandeja.
-Gwenny, te traigo la merienda –me dice risueño. Le devuelvo la sonrisa.
-Muchísimas gracias, Nat.
-No hay que darlas.
A Nathaniel le conocí con catorce años. Entré nueva en el instituto y se acercó a mí para conocerme a pesar de estar en un curso más. Me enamoré de él muy pronto. Es un chico genial: simpático, alegre, amable, divertido...  Es más, cuando me enteré de mi enfermedad fue el único que se quedó a mi lado y decidió vivir conmigo cuando mis padres tuvieron que irse para seguir investigando fuera del país. Cuando dejé el instituto él lo dejó por quedarse junto a mí.
Nunca le digo a Nathaniel cómo me siento en realidad. Aunque empeore, siempre le digo que estoy muy bien. Él se alegra por mí. Me gusta verle feliz. Por eso nunca le digo nada. Nathaniel dice que me curaré, que sea optimista. Siempre me dice “te veo mejor, Gwen. Ya te queda menos para curarte”. Sé que miente. Sé que sabe perfectamente que voy empeorando por momentos. Lo sé. Pero no quiero hacerle daño...
-Mira, es tu favorita –me muestra la bandeja con dos zumos de naranja y pan con un trozo de chocolate en su interior-: pan con chocolate –me dice con una sonrisa.
-Nathaniel Jones, engordaré muchísimo por tu... amabilidad –río.
Nathaniel me mira con sus cálidos ojos marrones y me sonríe.
-Gwendolyn Taylor –dice imitando mi tono, pero lo suaviza inmediatamente-, has perdido mucho peso –me acaricia el pelo-. Come, cariño.
Me da el plato con el pan y deja el vaso con el zumo en la mesita que hay justo al lado de mi cama. Se retira de mí y se acerca al piano que hay justo frente a mi cama. Se sienta en él y empieza a tocar mi canción. Nuestra canción. La compuso para mí. Me dijo que no tenía letra, pero igualmente yo se la puse. Mientras él toca para mí yo canto para él. Me encanta ver cómo pasa sus dedos suavemente por cada tecla del piano, emitiendo cada nota de la canción. Y yo, cantando como puedo. Me siento feliz y bien en estos momentos así. Casi puedo sentir que me olvido de la maldita leucemia y vuelvo a vivir. Cuando acaba la canción, Nathaniel coge su zumo y viene hacia mí. Se queda a mi lado.
-¿Sabes? Me encanta tocar para ti –me dice amablemente.
-¿En serio? –Sonrío ampliamente-. Eso me hace muy feliz.
-¡Por supuesto! –Ríe-. Pero luego eres una carga... ¡siempre pides más! –Niega con la cabeza, riendo.
-¡Hey! ¡Me gusta oírte tocar!
Nos echamos a reír. Voy a coger mi zumo, pero las manos dejan de hacerme caso. No me responden. Se me cae el vaso al suelo. Ambos paramos de reír casi simultáneamente. Nathaniel y yo miramos al suelo, observando el vaso roto y el zumo extendiéndose alrededor. Nathaniel desvía la mirada lentamente hacia mí, pero yo la desvío hacia mis manos, preocupada.
-Lo... lo siento –le digo apenada.
Nathaniel me sonríe forzadamente. Parece triste a pesar de la maravillosa sonrisa que figura en su rostro.
-No pasa nada. Voy por otro.
Le agarro la mano y sonrío como diciendo “no te preocupes, no ha sido nada”, intentando tranquilizarle. Sale de la habitación y cierra la puerta tras él. Aunque intenta hacer poco ruido, escucho que está llorando. Perdóname, Nathaniel... Intento no preocuparte y ¡es lo único que estoy haciendo! Le digo una y mil veces que estudie, que vaya a la universidad. Pero no quiere. Nathaniel... tienes dieciocho años y cuidas de mí... Me odio a mí misma.

1 comentario:

  1. Está genial :3 Pero es muy triste...:S Aunque me encanta la manera en que escribes ¿me puedes avisar cuando subas más? Si no me equivoco,me has agregado a Tuenti. Es que últimamente apunto los blogs que me pasan por Tuenti y Twitter para leerlos en los fines de semana xD Bueno,que en Tuenti soy Mi Vida en Manhattan jajaja
    ¡Un beso!^^

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