Hoy cumplo ya dos años. Y no precisamente de vida.
Llevo dos años con una enfermedad mortal: leucemia. No me quieren informar de
los estudios que me hacen. Dicen que es por mi bien, que así no me preocupo por
nada. Pero aunque no me lo digan, si yo sé lo que me pasa, me seguiré
preocupando, ¿no? No me ayuda en nada. Al contrario. Si no me lo dicen puedo
pensar lo peor. Recuerdo cuando me la diagnosticaron. Fue un duro golpe para
mí. Mis padres aún siguen buscando una cura, pero han tenido que irse fuera de Inglaterra.
Les echo de menos...
Estoy sentada en la cama mirando por mi ventana. Está
nevando. Suspiro fuertemente y toso. Me lamento por ello. A mis diecisiete años
y tan débil... La puerta de mi habitación se abre y veo a Nathaniel entrar con
una bandeja.
-Gwenny, te traigo la merienda –me dice risueño. Le
devuelvo la sonrisa.
-Muchísimas gracias, Nat.
-No hay que darlas.
A Nathaniel le conocí con catorce años. Entré nueva
en el instituto y se acercó a mí para conocerme a pesar de estar en un curso
más. Me enamoré de él muy pronto. Es un chico genial: simpático, alegre,
amable, divertido... Es más, cuando me
enteré de mi enfermedad fue el único que se quedó a mi lado y decidió vivir
conmigo cuando mis padres tuvieron que irse para seguir investigando fuera del
país. Cuando dejé el instituto él lo dejó por quedarse junto a mí.
Nunca le digo a Nathaniel cómo me siento en
realidad. Aunque empeore, siempre le digo que estoy muy bien. Él se alegra por
mí. Me gusta verle feliz. Por eso nunca le digo nada. Nathaniel dice que me
curaré, que sea optimista. Siempre me dice “te veo mejor, Gwen. Ya te queda
menos para curarte”. Sé que miente. Sé que sabe perfectamente que voy
empeorando por momentos. Lo sé. Pero no quiero hacerle daño...
-Mira, es tu favorita –me muestra la bandeja con dos
zumos de naranja y pan con un trozo de chocolate en su interior-: pan con
chocolate –me dice con una sonrisa.
-Nathaniel Jones, engordaré muchísimo por tu...
amabilidad –río.
Nathaniel me mira con sus cálidos ojos marrones y me
sonríe.
-Gwendolyn Taylor –dice imitando mi tono, pero lo
suaviza inmediatamente-, has perdido mucho peso –me acaricia el pelo-. Come,
cariño.
Me da el plato con el pan y deja el vaso con el zumo
en la mesita que hay justo al lado de mi cama. Se retira de mí y se acerca al
piano que hay justo frente a mi cama. Se sienta en él y empieza a tocar mi
canción. Nuestra canción. La compuso para mí. Me dijo que no tenía letra, pero
igualmente yo se la puse. Mientras él toca para mí yo canto para él. Me encanta
ver cómo pasa sus dedos suavemente por cada tecla del piano, emitiendo cada
nota de la canción. Y yo, cantando como puedo. Me siento feliz y bien en estos
momentos así. Casi puedo sentir que me olvido de la maldita leucemia y vuelvo a
vivir. Cuando acaba la canción, Nathaniel coge su zumo y viene hacia mí. Se
queda a mi lado.
-¿Sabes? Me encanta tocar para ti –me dice
amablemente.
-¿En serio? –Sonrío ampliamente-. Eso me hace muy
feliz.
-¡Por supuesto! –Ríe-. Pero luego eres una carga...
¡siempre pides más! –Niega con la cabeza, riendo.
-¡Hey! ¡Me gusta oírte tocar!
Nos echamos a reír. Voy a coger mi zumo, pero las
manos dejan de hacerme caso. No me responden. Se me cae el vaso al suelo. Ambos
paramos de reír casi simultáneamente. Nathaniel y yo miramos al suelo, observando
el vaso roto y el zumo extendiéndose alrededor. Nathaniel desvía la mirada
lentamente hacia mí, pero yo la desvío hacia mis manos, preocupada.
-Lo... lo siento –le digo apenada.
Nathaniel me sonríe forzadamente. Parece triste a
pesar de la maravillosa sonrisa que figura en su rostro.
-No pasa nada. Voy por otro.
Le agarro la mano y sonrío como diciendo “no te
preocupes, no ha sido nada”, intentando tranquilizarle. Sale de la habitación y
cierra la puerta tras él. Aunque intenta hacer poco ruido, escucho que está
llorando. Perdóname, Nathaniel... Intento no preocuparte y ¡es lo único que
estoy haciendo! Le digo una y mil veces que estudie, que vaya a la universidad.
Pero no quiere. Nathaniel... tienes dieciocho años y cuidas de mí... Me odio a
mí misma.
Está genial :3 Pero es muy triste...:S Aunque me encanta la manera en que escribes ¿me puedes avisar cuando subas más? Si no me equivoco,me has agregado a Tuenti. Es que últimamente apunto los blogs que me pasan por Tuenti y Twitter para leerlos en los fines de semana xD Bueno,que en Tuenti soy Mi Vida en Manhattan jajaja
ResponderEliminar¡Un beso!^^